A partir del interés planteado por los museos Frida Kahlo-Casa Azul, Diego Rivera-Anahuacalli y Dolores Olmedo de atraer nuevos públicos, se desarrolló la exposición itinerante Frida Kahlo Extramuros. Esta exhibición se propuso extender las fronteras de los tres museos a espacios donde la oferta cultural no es frecuente. Así, se planteó y llevó a cabo la idea de sorprender a los visitantes de un centro comercial con una exposición temporal de estas características.
A través de sus pinturas y haciendo uso de trajes típicos, joyería y mascotas exóticas, Frida construyó una imagen de sí misma y de su cultura que ha trascendido el tiempo y el espacio. Mediante reproducciones de obra en cajas de luz, fotografías y documentos personales, Frida Kahlo Extramuros generó una zona de arte y esparcimiento en la cual el visitante tuvo la oportunidad de conocer la vida y obra de una de las artistas mexicanas más famosas del siglo XX.
La propuesta museográfica se enfrentó con varios retos: la alta afluencia de visitantes, la contaminación visual y sonora del lugar y la necesidad de adaptación para itinerar a nuevas sedes. Se optó por delimitar el espacio a través de una celosía de cartón reciclado, que cumplía la función de contener la experiencia museística al mismo tiempo de generar curiosidad e interés en el público. Como una forma de extensión de la zona expositiva se estableció un área lúdica y una de lectura, en las cuales el público pudo tener aproximaciones alternativas al universo de Frida y ampliar su conocimiento acerca de las colecciones de los tres museos.
El contexto en el que se desarrolló la exposición se convirtió en uno de los grandes retos de la propuesta. Es por ello que la propuesta visual, consistió en una propuesta muy limpia y austera, en donde grandes campos de color sólido buscaron generar un lenguaje diferente, que contrastara con la fuerte contaminación visual del entorno.
La composición tipográfica hizo un guiño a la columna vertebral de Frida, aspecto determinante en su vida y obra.
